El patio de la casa de mi abuela, en Maturín, solía estar lleno de matas de mango, ciruela de huesito, cereza, parchita, aguacate, guayaba, platano, lechoza y maiz. Eso del mundo vegetal, porque del animal, había conejos, gallinas, pavos y perros.
Todas nuestras vacaciones de la infancia transcurrieron en ese patio, mi hermana, mi hermano y yo. Apenas entraba el mes de agosto, mis papas nos subían al carro, y arrancaba el viaje. En aquella época mi papá tenía un Dodge Dart de color naranja con techo negro de vinil, listo para Halloween pués!, y alli cabíamos los 5, sin contar con uno que otro pasajero adicional que a veces agarraba la colita.
El viaje era largo, bueno, sigue siendo, solo que ahora uno lo hace con choferes que van más apurados. Casi siempre al llegar, mi abuela nos tenía una olla de sopa, para reponer las fuerzas, y mis papas se quedaban por 2 ó 3 días, y luego se regresaban solos, dejando a los retoños por aquellos lares.
Durante esos dos meses, hacíamos de todo, pero cosas que generalmente en las ciudades uno no hace, por ejemplo, en las matas de mango mi abuelo había puesto una barra y colgaba dos columpios para que jugáramos hasta decir no más, le ayudábamos a darle de comer a los animales, lo acompañábamos a cortar el pasto para los conejos, hacíamos un picnic con mantelito y todo, hacia la parte de atrás donde había sembrado maiz. Con mis tíos nos poníamos por la tarde a comer mangos, sentados debajo de la mata, y en un radiecito portátil escuchábamos la radionovela: "Martin Valiente, el ahijado de la muerte", y en las tardes mi abuela hacía cachapa, pero "cachapa de hoja" de la de allá, que es una sola y es grandota, y de ahí cada quien toma un pedazo. Que recuerdos, Dios! eran demasiado buenos esos tiempos!
También bañarse era un show, como el agua no llegaba con regularidad (aun hoy siguen teniendo problemas), mi abuela tenía en el patio unos pipotes grandotes llenos de agua, y uno se paraba allí, medio tapado por unas láminas de zinc, y comenzaba a echarse agua con unas perolitas, con una totuma o con lo que estuviese a la mano. Para lavar los platos era el mismo procedimiento, pero se remojaban en una ponchera, se lavaban y luego se enjuagaban.
Cuando llovía gozábamos un mundo!, como todo el patio era de tierra, aquello se ponía como un inmenso lodazal, que cuando echabas a correr para no mojarte, si el agua te agarraba en medio del patio y querías llegar rápido a la casa, las cholitas que usábamos se quedaban como pegadas y nos dábamos unas resbaladas, reíamos a carcajadas.
Sin embargo pasó el tiempo, y con la llegada de la adolescencia y la rebeldía, comenzamos a negarnos a volver, poco a poco se hicieron más esporádicas las visitas, hasta llegar a pasar años sin viajar hasta allá, a veces viene mi abuela.
Pero hay algo que no voy a olvidar nunca, y es que allí aprendí a amar el olor de la lluvia, mezclada con la tierra, con las matas, con las flores... Ahhh, me encanta la lluvia!
Todas nuestras vacaciones de la infancia transcurrieron en ese patio, mi hermana, mi hermano y yo. Apenas entraba el mes de agosto, mis papas nos subían al carro, y arrancaba el viaje. En aquella época mi papá tenía un Dodge Dart de color naranja con techo negro de vinil, listo para Halloween pués!, y alli cabíamos los 5, sin contar con uno que otro pasajero adicional que a veces agarraba la colita.
El viaje era largo, bueno, sigue siendo, solo que ahora uno lo hace con choferes que van más apurados. Casi siempre al llegar, mi abuela nos tenía una olla de sopa, para reponer las fuerzas, y mis papas se quedaban por 2 ó 3 días, y luego se regresaban solos, dejando a los retoños por aquellos lares.
Durante esos dos meses, hacíamos de todo, pero cosas que generalmente en las ciudades uno no hace, por ejemplo, en las matas de mango mi abuelo había puesto una barra y colgaba dos columpios para que jugáramos hasta decir no más, le ayudábamos a darle de comer a los animales, lo acompañábamos a cortar el pasto para los conejos, hacíamos un picnic con mantelito y todo, hacia la parte de atrás donde había sembrado maiz. Con mis tíos nos poníamos por la tarde a comer mangos, sentados debajo de la mata, y en un radiecito portátil escuchábamos la radionovela: "Martin Valiente, el ahijado de la muerte", y en las tardes mi abuela hacía cachapa, pero "cachapa de hoja" de la de allá, que es una sola y es grandota, y de ahí cada quien toma un pedazo. Que recuerdos, Dios! eran demasiado buenos esos tiempos!
También bañarse era un show, como el agua no llegaba con regularidad (aun hoy siguen teniendo problemas), mi abuela tenía en el patio unos pipotes grandotes llenos de agua, y uno se paraba allí, medio tapado por unas láminas de zinc, y comenzaba a echarse agua con unas perolitas, con una totuma o con lo que estuviese a la mano. Para lavar los platos era el mismo procedimiento, pero se remojaban en una ponchera, se lavaban y luego se enjuagaban.
Cuando llovía gozábamos un mundo!, como todo el patio era de tierra, aquello se ponía como un inmenso lodazal, que cuando echabas a correr para no mojarte, si el agua te agarraba en medio del patio y querías llegar rápido a la casa, las cholitas que usábamos se quedaban como pegadas y nos dábamos unas resbaladas, reíamos a carcajadas.
Sin embargo pasó el tiempo, y con la llegada de la adolescencia y la rebeldía, comenzamos a negarnos a volver, poco a poco se hicieron más esporádicas las visitas, hasta llegar a pasar años sin viajar hasta allá, a veces viene mi abuela.
Pero hay algo que no voy a olvidar nunca, y es que allí aprendí a amar el olor de la lluvia, mezclada con la tierra, con las matas, con las flores... Ahhh, me encanta la lluvia!
11 comentarios:
... Pues yo te voy a decir algo a mi la lluvia me puede friend, es algo como màgico e intenso para mi y de àrboles frutales, faltas de agua y vacaciones fuera de mi ciudad tengo aaaaaaaaassssssssssiiiiiiiiiii de cuentos tambièn cosa que los mios mis acontecimientos digo jaja!!! se desarrollaron en Barquisimeto ☺ y eso pana una crece bueno en la mèdida que se pudo !!! jaja metro y medio como digo yo pero en fin ya no se es màs niño y mis primos crecieron y finiquito esa magia que ahora pasò a se otra ...
Què tal la tarea a ver verdad que son bellos los niños Cristal ;)
Besos de SAVOY
Rossy, a mi también me encanta la lluvia, bueno me gusta todo lo que sea agua, el mar me mata, me podría pasar horas enteras mirandolo ir y venir, la lluvia me da momentos de paz, me relaja, me eleva a momentos y pensamientos de tranquilidad.
Un abrazo...
pasando a asaludar viendo què ta ...
Beso de SAVOY
Rossy pase a dejarte un abrazo a ti y a ese bombon que llevas dentro.
Un abrazo,
Gracias, mis chicas!!!
Hasta ahora todo fantástico.
Les mando muchos besos!
Qué bellos recuerdos!
Te entiendo perfectamente. Cómo te sientes? bien?
Ahora me provocó volver a mis recuerdos de infancia también!
Naty pase por tu casita a dejarte un abrazo.
Te respodí los mails espero te lleguen.
Besitos.
... Por eso digo :)
Saludos de martes.
Beso achocolatao ! ando con migraña ...
Tuve una infancia similiar, con idas y vueltas, pero a mi me tocaba ir a guanare, maturin o anaco y cuando llovía no me dejaban salir :S y yo sentía que aquellos palos de agua llaneros eran de no tener fin :(
Pero disfrute siempre esas estadías que implicaban familia y vacaciones.
Besos.
Rossyyyyy estás así de linda!!! Con la sencibilidad a flor de piel!!!
Que lindo disfrutar todos estos recuerdos con vos, siempre que te leo me vienen mil cosas a la mente.
Hoy me vino mi abuela Marta, mi motor, mi referente, la mujer que más me enseñó en la vida!!!
Y aunque ya no está con nosotros me encanta volver a su casa y revisar sus baules, y seguir descubriendo sus tesoros.
Millones de besos desde el lejano oriente. Cuídense mucho!!!!
Rossy estas perdida, pase a ver como andas y dejarte un abrazo.
Yule :)
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